La fundación de Microsoft no se puede explicar solo por el talento creativo y la visión de Bill Gates, acaso uno de los hombres más brillantes del mundo. Su ladero Paul Allen, quien históricamente quedó en un segundo plano y jamás se llevó los flashes por la creación de la multinacional tecnológica, vio en primera persona cómo el genio destruyó una amistad que parecía estar destinada a durar por siempre.
Lo cierto es que ambos se conocieron en la Escuela Lakeside, ubicada en las afueras de Seattle, y lograron congeniar prácticamente al instante. La sintonía fina los llevó a abandonar la universidad a mediados de la década del 70 para diseñar programas informáticos destinados a las computadoras personales, un mercado que recién se estaba abriendo paso en el marco de la revolución tecnológica. La realidad superó cualquier expectativa: a 50 años de aquel hecho, la empresa sigue reinando.
El primer programa desarrollado se denominó BASIC y se transformó en bisagra para los creativos, que ya habían conformado una sociedad estrecha. Por supuesto, el nombre elegido para la posterior constitución de la compañía de manera oficial fue Microsoft, que combinaba los microprocesadores con el software. “Era simple y directo porque expresaba aquello que hacíamos”, explicitaría tiempo después el propio Allen en un libro de su autoría.
La pelea entre Bill Gates y Paul Allen: la fuerte discusión por las ganancias de la empresa
Si bien el acuerdo planteado por el ladero del magnate fue que los dos obtuvieran la mitad del rédito económico de la firma, Gates marcó una disyuntiva: “No está bien. Cobrabas un salario mucho más bajo mientras que yo hice casi todo el sistema sin respaldo. Yo tendría que recibir más y creo que podríamos estar hablando de un 60-40″.
A los pocos días, el oriundo de Washington invitó a su amigo a una breve caminata y redobló la apuesta: “Hice la mayor parte del trabajo anterior y renuncié a muchas cosas cuando dejé Harvard. Me parece que merezco más, pensaba en 64-36″. La primera sede de la empresa se situó en Albuquerque, pero en 1979 se trasladaron a la capital norteamericana. De todas formas, no fue hasta 1981 cuando la compañía dio un gran salto.
En ese momento, adquirieron el sistema operativo Q-DOS por 50.000 dólares. Luego, lo reinventaron casi por completo, lo nombraron MS-DOS y fue instalado en los ordenadores de IBM. Los avances permitieron que, en 1986, Microsoft cotizara en bolsa y Bill se convirtió en el multimillonario más joven del planeta, con apenas 31 años. Los cruces con su amigo, lógicamente, se desataron rápidamente.
Los 50 años de Microsoft: de las fuertes críticas en un libro a la inesperada reconciliación
En una oportunidad, Allen, que ya había sido diagnosticado con linfoma de Hodgkin y estaba recibiendo quimioterapia, escuchó al filántropo en una conversación polémica con otro directivo: “Se lamentaban de mi reciente falta de productividad y discutían cómo podían diluir mi participación generando opciones para ellos mismos y para otros accionistas. Irrumpí y les grité ‘revelan su carácter verdadero, de una vez y para siempre’”.
En 1983, el cofundador de la compañía abandonó su puesto corporativo sin vender sus acciones a raíz de su enfermedad. Varias décadas después, lo acusó a Gate en una entrevista con el medio Vanity Fair de haber sido un “oportunista mercenario” y aseguró que trató de estafarlo. Aún así, retiró parcialmente sus palabras cuando, tras el fallecimiento de su madre, el rival de Steve Jobs se contactó con él para retomar la relación y hacer las paces.
“Creo que seremos colegas de nuevo. La historia que compartimos es más poderosa que cualquier cosa que se interponga entre nosotros”, sentenció Paul, que hasta se fotografió con el empresario en uno de sus tantos reencuentros replicando un retrato de su juventud. Allen murió el 15 de octubre de 2018 a sus 65 años, mientras ejercía como consultor estratégico de la firma y aparecía en el listado de Forbes como una de las personas más ricas del mundo.