Desde el destierro en Guatemala, dialogó con Infobae sobre los tratos crueles y las torturas que sufrió por parte de la dictadura sandinista. De los golpes que recibió en prisión, al día que pensó que lo iban a “asesinar o desaparece”
Con las manos atadas por esposas, Pedro Gutiérrez apenas podía tomar el plato con comida que le pasaban por la ranura en la puerta de su celda. En el intento de llevarlo a la boca, la mitad de la pequeña ración caía al suelo. A eso de la cuatro de la madrugada, un carcelero abría los gruesos candados y lo liberaba de las esposas por cinco minutos para que se bañara e hiciera sus necesidades fisiológicas en el hueco que sirve de retrete.
“A mí me tuvieron enchachado (esposado) 24 horas al día por tres meses. Y nunca les pedí clemencia”, dice Gutiérrez, de 43 años, a Infobae, desde Guatemala, a donde fue desterrado por la dictadura de Daniel Ortega el pasado 5 de septiembre.
Usa una prótesis en su pierna derecha como consecuencia de un accidente que sufrió en 2011, cuando le cayó una descarga eléctrica de 13 mil voltios que le hizo perder el pie derecho, parte del izquierdo y le dejó lesiones en la espalda.
Hasta antes de abril de 2018, Gutiérrez era un mecánico industrial que se ganaba la vida haciendo trabajos en su taller de Managua, y vendiendo y comprando vehículos usados por todo el país.
“A raíz del 2018, me sumé a esa multitud, no había una calle en Managua donde la gente no estuviese. Yo fui uno de ellos. Me motivé por ver a nuestra Nicaragua libre, no ver a Nicaragua sumergida bajo una dictadura, donde se nos atropellan nuestros derechos y yo me sumé con una bandera azul y blanco a las marchas. Ese fue mi delito. Por eso fue por lo que me echaron preso”, relata.
El 4 de julio de 2018 fue apresado por la Policía en el taller donde trabajaba y acusado de “robo y secuestro”. Pasó 18 meses en la cárcel Modelo.
“Eran como las cinco y media de la mañana cuando me secuestraron”, cuenta. “Yo estaba en el taller de mecánica industrial, y de pronto apareció una camioneta Hilux (Toyota). En ese entonces ver una de esas era el terror. Cuando me doy la cuenta ya todo está minado de Hilux y paramilitares”.
“Salí hijo de puta renco, así te queríamos agarrar”, le gritaron antes de tirarlo al suelo y montarlo violentamente en una de las camionetas.
“A la chocho, ahora sí me fui”, pensaba Gutiérrez mientras lo llevaban con rumbo desconocido. “Pensé que me iban a asesinar o desparecer porque para en ese entonces aparecían muchos jóvenes muertos en la Cuesta del Plomo”.
“Me llevaron de un lado a otro, me golpearon para que dijera dónde estaban las armas, que quién me financiaba, que quiénes estaban detrás del golpe de Estado, que Daniel (Ortega) se quedaba, que no lo iban a sacar, y todas esas cosas absurdas que ellos mencionaban”, añade.
Finalmente lo llevaron a la Cárcel Modelo, Galería 16-1. Ahí se encontró con un grupo de jóvenes que habían apresado en la ciudad de Diriamba. Eran cómo 45 jóvenes. Estaban golpeados, destrozados. “A eso muchachos los habían agarrado en Diriamba y los habían traído a Managua. Temblaban de miedo”.
En la cárcel Modelo pasó 18 meses, y conoció al preso político Eddy Montes (ciudadano norteamericano), quien fue asesinado por guardas de seguridad del penal y que Gutiérrez describe como “el momento más difícil”.
“A don Eddy Montes lo pusieron en el mismo camarote en que yo estaba. Él dormía abajo y yo arriba”. El día que mataron a Montes, golpearon a Gutiérrez “hasta más no poder”. Dice que en el alboroto le quitaron su prótesis, le echaron perros y en un momento un guarda quiso golpearle con un adoquín en la cabeza, pero otro lo contuvo.
Para ese tiempo, el régimen comenzaba a liberar a grupos de presos políticos, pero Gutiérrez no aparecía en ninguna lista: “Fui el último preso político en salir de esa Galería. Solo habíamos quedado 20 de todos los presos políticos”, dice. Un día, a las tres de la mañana, oyeron los candados de los portones abriéndose.
– Muchachos, ¡nos vamos! –gritó Gutiérrez alegre, mientras el resto aplaudía.
– Vos te vas a quedar renco – le dijo un guardia llamado Marvin Jaime. – Aquí está la lista y vos no estás. Es orden de arriba.
“Me tocó verlos partir por una malla. A lo lejos se miraba la buseta donde se iban a montar. Para mí fue duro, porque después de todo lo que habíamos pasado, me tocaba quedarme solo”, relata.
“No podemos hacer nada. Hay que esperar. Vamos a consultar”, le dijeron. “En esa espera y consulta me tiré seis meses más en la Modelo, hasta que llegó el Nuncio Apostólico (Waldemar Stanisław Sommertag), un 30 de diciembre de 2019 y gracias a Dios se dio mi liberación como de otros que estaban allá”, dice.
Pensó que ya no volvería a esa cárcel, pero dos años más tarde estaría ahí mismo, en peores condiciones.
Gutiérrez se prometió a sí mismo que no iba a salir de Nicaragua y que iba a luchar para que salieran todos los presos políticos que quedaban. “Desde ese 30 de diciembre nunca paré. Me manifesté en la calle, en las redes sociales, en los medios de comunicación. No hubo un día que no lo hiciera. No paré”.
El sábado 11 de febrero de 2022, dos días después de que el régimen desterrara a 222 presos políticos, Pedro José Gutiérrez González, salió de su casa en Bello Horizonte, Managua, y se colocó en la esquina de una avenida de la ciudad con la intención de grabar un video.
Vestía camisa blanca, llevaba un rosario en las manos y caminaba con dificultad por la prótesis que reemplaza una de sus piernas. Gutiérrez pidió “libertad para monseñor Rolando Álvarez”, el obispo condenado a 26 años de cárcel por el régimen nicaragüense.
“Ánimo, fuerza y fe siempre. Libertad para monseñor Rolando Álvarez, aunque la dictadura le haya dado 26 años de cárcel, nosotros consideramos a Rolando Álvarez un sacerdote del pueblo. Viva Nicaragua libre. Libertad para monseñor Rolando Álvarez y los presos políticos que quedaron. Viva Nicaragua libre”, dijo Gutiérrez dirigiéndose a la cámara en ese momento.
“Me indigné muchísimo al ver que monseñor Álvarez no salía en la lista de los que se habían ido en el avión”, relata. “¿Por qué tanta crueldad contra monseñor? No lo miraba justo. Era algo que me golpeó. Decidí salir a la calle a protestar por la salida de monseñor Rolando Álvarez”.
Al día siguiente, mientras iba a comprar una botella de agua en una gasolinera de Managua, fue capturado de nuevo. “Me encomendé al Señor y me llevaron directamente al Chipote. Me dijeron que iba a podrir en la cárcel, que esta vez no me salvaba”, dice.
De El Chipote, la tradicional cárcel para presos políticos que tiene el régimen de Daniel Ortega, lo llevaron de nuevo a la cárcel Modelo, pero esta vez a la galería 300, de máxima seguridad, en El Infiernillo, el módulo para los peores criminales. “El infiernillo es un lugar más torturador para el ser humano. Te encierran, hay una cámara, un calor insoportable, porque el sol da todo el tiempo de frente. Es un horno. Ponen a uno por celda”, explica.
Ahí es donde lo esposan por tres meses. En esa condición estaba cuando, para su sorpresa, escuchó la voz de quien, por pedir su liberación, había caído preso.
“Mi sorpresa fue llegar a máxima seguridad y escuchar la voz de monseñor Rolando Álvarez. Les estaba reclamando y haciéndoles ver que eran unos cobardes, servidores de los dos criminales que tenemos como presidentes”, dice. “Me motivó porque yo sabía por qué estaba ahí. Si aquí está monseñor, aquí también está Dios. De eso me agarré. Soporté los tres meses que me tuvieron ahí”.
Gutiérrez dice tener una profunda relación con la iglesia Católica. “El catolicismo lo llevo en la sangre”, afirma.
A los 14 años, huérfano, estudió en un internado técnico que dirigía el sacerdote jesuita León Pallais Godoy, en Granada. “Estudié bajo la tutela y protección del padre Pallais, que me educó y me preparó”, señala.
Gutiérrez fue enviado a juicio oral y público y condenado a cinco años de prisión por los delitos de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas en perjuicio del Estado y la sociedad nicaragüense”.
Dice haber recibido un trato humillante por su condición de preso político y lisiado. Una vez, relata, mientras lo llevaban a los tribunales, le quitaron la prótesis y lo dejaron colgado de una malla por dos horas. Asimismo, durante los disturbios en los que asesinaron a Eddy Montes, le quitaron la prótesis y así permaneció varios días.
Finalmente, después de dos años y medio en la cárcel Modelo, el pasado 5 de septiembre, el régimen de Daniel Ortega desterró a Gutiérrez junto a otros 134 presos políticos a Guatemala, donde permanece todavía.
En Guatemala se movilizaba en silla de ruedas porque la prótesis quedó inservible. Hace apenas un par de semanas un donante le regaló una prótesis nueva. “Ya ando caminando otra vez”, dice, y se le ha visto de nuevo grabando videos contra la dictadura de Nicaragua, pidiendo por los presos políticos o increpando a funcionarios del régimen nicaragüense que llegan a Guatemala.
– Ahí están los diputados delincuentes de Nicaragua, ahí están los asesinos de la dictadura – se le oye decir en un video que circula por redes sociales, en el que se ve diputados nicaragüenses del Parlamento Centroamericano.
“Yo en Guatemala no estoy en calidad de turista. Estoy en calidad de desterrado político. Para mí es parte del proceso de la lucha. Me he manifestado con mi bandera, con banners de presos políticos, y ese día que me enfrenté a diputados. Ellos han hecho mucho daño, son parte del régimen y de las injusticias”, apunta.
Sobre el futuro, concluyó: “No pierdo la fe y la esperanza de que Nicaragua va a ser libre y que todos vamos tener la oportunidad de regresar a nuestro país”.