La multitud que se movilizó desde el Congreso hasta Plaza de Mayo para protestar contra el ajuste de Javier Milei al sistema universitario se distinguió este martes por la consigna de manifestarse con un libro en la mano.
Así, cientos de miles de personas que participaron de la marcha llevaron títulos que los representen, como quien se manifiesta con un cartel, una remera o una bandera. Entre cantos y aplausos, resplandecían materiales de autores clásicos de Sociología como Max Weber y Emile Durkheim hasta libros de Juan Rulfo o Rodolfo Walsh.
La idea nació en redes sociales, como una forma de resaltar el carácter «pacífico» y hasta «civilizado» de las razones para protestar. «Yo prefería las alpargatas pero está bien traer libros», dijo a LPO uno de los docentes que levantaba una edición de Vigilar y Castigar, de Michel Foucault, en referencia a la frase con la cual se acusó históricamente al peronismo de repartir zapatillas pero no fomentar la cultura.
El chiste, de todas formas, fue rápidamente aclarado por el profesor. «Fue gracias a (Juan Domigo) Perón que se estableció la gratuidad universitaria en Argentina», aclaró, y evocó el contraste entre el actual gobierno y el decreto con el que se eliminaron los aranceles para la educación superior en 1949.
Sin embargo, la marcha de este martes no sorprendió precisamente por el despliegue de las organizaciones sindicales y políticas sino por la afluencia aluvional de sectores medios, sin pertenencia a estructuras gremiales o partidarias en muchos casos. «Estuve en mi despacho viendo la tele y Esteban Trebucq no paraba de encontrar en la calle a gente que había votado a Milei pero que estaba en la calle bancando a las universidades», admitió un diputado aliado ante este medio.
Al respecto, el titular de la Diplomatura en Comunicación Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Víctor Taricco, advirtió sobre las dificultades del gobierno para «encasillar» a su oposición política. «Esta marcha no es casta, esta marcha no es piquetera, esta es una marcha que seguramente está atravesada por muchos de sus votantes y por la Agentina de bien», explicó, y agregó: «hoy marchó esa gente a la que Milei intentaba interpelar, que es un sector de la sociedad que apuesta al progreso individual, y tiene en la universidad pública su plataforma principal para ese objetivo».
Aun cuando la CGT y la CTA sumaron miles de militantes con sus columnas, bajo los sellos del Smata, la UOCRA o Camioneros pero también los docentes de Feduba, Conadu Histórica, CTERA y UDA o los estatales de ATE, la composición de la marcha pintaba un paisaje de clase media. En una de las esquinas, por caso, hasta se vendían vasos de Campari con jugo de naranja exprimido. Una paquetería.
En el calendario de las manifestaciones argentinas, la más parecida podría haber sido la del 24 de marzo, pero en su última edición la Plaza de Mayo y sus alrededores se colmaron de trabajadores enrolados en las centrales obreras y piquetaras, además de viejos hippies con nostalgia. Más allá de que la convocatoria del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia es organizada por los organismos de derechos humanos, la ceremonia de marzo pasado se nutrió de la participación de sindicatos y movimientos sociales, dándole un color más plebeyo que la de los universitarios que se realizó este martes.
En ese contexto, el sociólogo Carlos De Ángelis reconoció que «el detalle de los libros llamó mucho la atención». «Marca una distancia con otras movilizaciones, donde no se lleva nada porque se piensa más en la chance de que la policía te persiga que otra cosa», opinó. Además, sostuvo que «es diferenciador en la era de las redes sociales para armar una foto que se expone mundialmente».
Otro de los aspectos que parece convertirse en un punto fundamental de la imagen de los libros es el antagonismo directo con el Presidente, a quien se le atribuye la compulsión de likear y retuitear mensajes en X para marcar su desprecio contra sus críticos. «El libro es símbolo de educación: portar un libro hace que ese objeto/ícono torne muy difícil la represión, si es que se hubiera aplicado el protocolo antipiquete», conjeturó el consultor Mario Riorda ante la consulta de este medio.
En la misma dirección, apuntó que el libro «es el contraste más exacto de un gobierno negacionista, primitivista en muchos de sus argumentos».
No obstante, el mensaje más ingenioso tal vez haya sido el de un simple cartel que reivindicaba la producción de conocimiento científico. «Sin ciencias, no hay Conan», decía.