El regreso de Cristina Kirchner a la primera escena de la política nacional desbloqueó una nueva etapa de la discusión interna que tiene el peronismo y que comenzó el día que Andrés “Cuervo” Larroque cuestionó la conducción de la ex presidenta y apuntó con mucha dureza contra Máximo Kirchner y La Cámpora. Ese fue el principio de un debate que no tiene final a la vista.
“La jefa volvió para tratar de ordenar pero tiene menos poder y menos legitimidad”, aseguró un intendente del conurbano que no suele criticar a la ex vicepresidenta, pero que advierte que su figura sufrió un desgaste pronunciado y que, abierta la discusión en forma anticipada, es el momento de que Axel Kicillof dé una señal de autoridad que sea la que empiece a ordenar al peronismo bonaerense detrás de un liderazgo nuevo.
Entre los intendentes interpretaron, sin demasiadas diferencias, que CFK y los principales dirigentes del camporismo ningunearon al gobernador bonaerense en el acto que se realizó la semana pasada en Quilmes. Si bien lo hicieron sentar en la primera fila, lo dejaron afuera de la foto principal que se hizo entre los jefes comunales y la ex presidenta; no lo invitaron a subir al escenario y Cristina no lo nombró en el discurso, cuando es el referente K que más se opone al gobierno de Javier Milei. Todos mensajes simbólicos que en la política se leen y se analizan al detalle para entender los momentos y las circunstancias.
“El mensaje del acto de Quilmes fue ‘nada si Cristina’ y Axel entiende eso con claridad. Lo acepta. Lo que no quiere es que esa aceptación llegué con La Cámpora, Máximo y Wado marcándole la cancha”, sentenció un intendente que habla con frecuencia con el gobernador de Buenos Aires. Es decir, que el problema no es CFK, sino su hijo y la agrupación que conduce.
En el encuentro en Quilmes Cristina Kirchner subió al escenario a Máximo, De Pedro y la intendenta local Mayra Mendoza. La mesa chica de la organización ultra K. Esa fue la foto del final del evento. A nadie le quedaron dudas del mensaje que dio. Ella es La Cámpora y La Cámpora es ella. Están mimetizados. En ese contexto, es difícil para Kicillof confrontar con el camporismo, salvaguardando su relación con la ex presidenta. Un fino equilibrio que debe ejercer si su ambición es caminar hacia la cuna del máximo poder político.
Un intendente de la primera sección electoral, que conoce muy bien el mundo K, está convencido que la interna de poder es “una pelea de La Cámpora”. Incluye en esa agrupación a Kicillof. “Es una discusión entre ellos, no de todo el peronismo. Ni siquiera del kirchnerismo”, advierte. Lo cierto es que el Gobernador no es parte de la orga, como le suelen decir los propios camporistas al armado político.
Quienes lo posicionan en ese esquema dan cuenta que el mandatario bonaerense entró a la política cuando Mariano Recalde – amigo, compañero de colegio e integrante de la mesa de decisión camporista – lo sumó al directorio de Aerolíneas Argentinas en el 2009, plataforma desde donde partió su carrera política, que encadenó una banca en la Cámara de Diputados, el ministerio de Economía y la gobernación de la provincia más poblada del país.
En La Plata se encargan de remarcar, las veces que hagan falta, que Kicillof no es de La Cámpora. Convive con ellos, tiene a dirigentes de la agrupación en su gabinete y tiene una relación sinuosa con Máximo Kirchner, con el que ya hace tiempo no tiene un buen vínculo. Pero no es de ellos. Y en el camporismo tienen muy en claro quienes son los propios y quienes no, por más buena relación que puedan tener. Hay pocos grises en ese mundo.
En el peronismo nacional pero, especialmente en el bonaerense, hay puntos en común respecto al rol actual de Kicillof en la discusión interna. Poco a poco crece la idea de que el Gobernador debe hacerse fuerte frente al camporismo y empezar a desmarcarse de Cristina Kirchner, pero sin romper con ella. Nadie pretende que quiebre el lazo con su mentora y jefa política, pero sí que traspase algunos cercos de poder y tenga más libertad de acción. Independencia para poder marcar un nuevo rumbo y para cautivar a los que la ex presidenta ya no cautiva.
“Axel tiene que hacer algo. No lo pueden ningunear como en Quilmes y quedarse callado. Porque eso lo va a llevar a que la dirigencia no lo vea con autoridad para enfrentar este proceso. Hay varios intendentes que no quieren cerrar con La Cámpora y esperan otras señales de Kicillof”, sostuvo un intendente con amplio recorrido en el peronismo. Le reclaman una muestra de carácter en un etapa que, para muchos, es fundacional de un nuevo tiempo el peronismo.
Algunos dirigentes consideran que las afirmaciones de Larroque sobre el rol de Máximo Kirchner – dijo que “los liderazgos no se autoperciben” sino que son “impuestos por la realidad”, y la presentación de la agrupación política de Carlos Bianco, mano derecha de Kicillof, en la que hubo un llamado a generar una alternativa opositora de la mano del Gobernador, fueron señales claras de rebelión frente a los pedidos de paz de CFK y su discurso en búsqueda de orden.
La gran mayoría de los dirigentes bonaerenses se cuidan de asomar la cabeza y hablar en público sobre la interna que atraviesa al kirchnerismo. Muchos entienden que no es momento de alimentar la discusión pública, mientras que otros advierten que, al final del camino, Kicillof se terminará sentando con Cristina y Máximo Kirchner, y cerrará un acuerdo político sobre cómo transitar su futuro inmediato. La paz por convicción o conveniencia, pero paz al fin.
No creen que la rebelión del entorno político del Gobernador se convierta realmente en una batalla para finalizar el ciclo de la ex presidenta como líder del espacio político. No ven que Kicillof se anime a tanto, pese a la necesidad de construir autonomía y moldear un perfil nuevo que le permita cautivar al electorado que busque una alternativa política el año que viene. Si bien no será candidato, la elección será en la provincia que conduce. Su protagonismo es inevitable. Lo que debe definir es el lugar que le tocará ocupar.
“Cristina sigue gravitando en el peronismo porque no hay figuras. Están siempre los mismos diez nombres que ya no cautivan a nadie. Ella va a cuidar su inversión y esa inversión es Axel. Por más enojada que esté, no lo va desgastar al máximo”, analizó un intendente comunal del conurbano que es parte del kirchnerismo y que prefiere cerrar la puerta de su distrito, gestionar y mirar desde afuera las disputas de poder.
En el peronismo hay ansiedad por empezar a poner los primeros ladrillos de un proyecto nuevo. Y también existe la necesidad de que el gobernador bonaerense rompa los moldes con los que convivió hasta ahora. “Máximo va a tener que aceptar que Kicillof no es solo un dispositivo electoral y que quiere asumir un rol activo en la construcción política”, sostuvo un dirigente del peronismo bonaerense que tiene línea directa con el mandatario provincial.
La ansiedad no es lo único que transita por las venas peronistas. La dirigencia también observa que el desorden se apoderó del espacio político, que los lineamientos de acción son sectoriales y que hay un compromiso moderado en el enfrentamiento a Milei. Cada cual está en su provincia o municipio, intentando gestionar y mirando de reojo la discusión del mundo kirchnerista. Ni más ni menos.
“Cristina enderezó la discusión y empezó a exponer lo que está haciendo Milei. Eso es mucho más que la interna”, indicaron en el Instituto Patria, donde creen que una parte de la dirigencia está demasiado preocupada en la disputa interna, cuando la ex vicepresidenta ha marcado con claridad que su foco no está puesto en el armado de listas del año que viene, y que tampoco debería ser la mirada de ningún dirigente del peronismo en este tiempo.
En La Cámpora siguen la misma línea expresada por CFK aunque dejaron un mensaje en el camino. Fue en referencia al acto que encabezaron Carlos Bianco y Andrés Larroque, el último fin de semana, cuando presentaron el espacio “Patria y Futuro”, que tiene por objetivo engrosar el volumen político y territorial para sostener el liderazgo de Kicillof. Fue solo una frase, pero contundente: “Se quejan del acto de Quilmes pero después hacen su propio acto y no invitan a nadie”.