El pronóstico para las próximas semanas es de mayor conflictividad y un casi seguro aumento del malhumor social. Los incrementos en las tarifas de los servicios públicos, que empezaron a sentirse en la clase media y en las pymes, coparon las conversaciones cotidianas. Los gobernadores están inquietos: la rebaja en la coparticipación por la retracción del consumo y el descenso en la recaudación encendió luces rojas. Según el último informe de la consultora Suramericana, del ex ministro Martín Guzmán, la industria y la construcción se derrumbaron en febrero, con cifras comparables a la pandemia de COVID -casi 10% y 25% de desplome interanual, respectivamente-, con caída del salario y del empleo formal. El ajuste golpea de manera transversal, a todos por igual. Axel Kicillof tiene la soga al cuello. La Pampa, una provincia generalmente superavitaria, está a punto de manotear su fondo anticíclico. En el centro y el norte, la necesidad en la restitución del impuesto a las Ganancias -ahora rebautizado Impuesto a los Ingresos Reales– se torna imperiosa en pos del equilibrio de las cuentas públicas. Rogelio Frigerio, por ejemplo, está desesperado. Jorge Macri, enfrascado con el Gobierno en una disputa por los fondos coparticipables, ya le avisó a Luis Caputo que mayo es un mes bisagra para el presupuesto de la Ciudad. En los próximos días, la conflictividad en el Área Metropolitana aventura una escalada mayor. “Sin un canal de diálogo con el Gobierno y sin respuestas es muy difícil que no se pudra la calle, te obligan a crecer en belicosidad”, admitió un funcionario del área de Seguridad que negocia semanalmente con los movimientos sociales.
En ese contexto de ajuste feroz y de hervor socioeconómico, el escándalo de la última semana en el bloque libertario en Diputados, propiciado por Karina Milei y ejecutado por Martín Menem, aún en contra de las directivas que el propio Javier Milei había promovido el pasado fin de semana, volvió a desnudar las falencias políticas de La Libertad Avanza, un proyecto endeble en su construcción y estéril en buena parte su administración pero potente por la eficacia de su relato, que rompió el statu quo y que resiste no solo por el hartazgo con el sistema, si no por la crisis en los aliados y en el PJ, carentes de liderazgos y todavía anestesiados por la irrupción de un fenómeno, el libertario, que aún no logran comprender.
“Nos entretienen con un conejo de plástico mientras el DNU sigue vigente”, asegura un senador del PJ que alude a la Ley de Bases que se empieza a discutir otra vez esta semana en el Congreso. La dinámica del peronismo en el Senado es una pintura perfecta del estado de anomia que atraviesa a ese sector. Figuras de renombre como Eduardo “Wado” de Pedro, Sergio Uñac, Juan Manzur o Alicia Kirchner, que se sumaron a la Cámara alta a partir de diciembre a senadores como Juliana Di Tullio, José Mayans o Anabel Fernández Sagasti, y que, por su peso específico, deberían ostentar cierta ascendencia sobre el resto, brillan por su ausencia. El ex gobernador de San Juan, por caso, apenas va al Senado. “Acá nadie nos dice nada”, explicó un senador referenciado en un gobernador del centro.
En las últimas semanas, por ejemplo, se realizó apenas una sola reunión del bloque peronista. Duró media hora. Por fuera de los legisladores identificados con el kirchnerismo, que responden al Instituto Patria, la falta de coordinación es abrumadora. Durante la semana, la bancada en pleno recibió a parte de la cúpula de la CGT antes de que la central obrera visitara Casa Rosada -una puesta en escena impulsada por Manzur-, pero la reunión fue al paso y bien protocolar.
En la central obrera, dominada por recelos internos, también reina una creciente inquietud. Se debate en estos días sobre la conveniencia del paro general convocado para el 9 de mayo, apenas horas después de reunirse por primera vez en bloque con el Ejecutivo en Casa Rosada. Pablo Moyano no fue, sí su padre Hugo. El viernes, en un congreso con más de 10 mil trabajadores, el presidente de la Federación Camionera fue facultado a extremar medidas si la semana próxima no se homologa la paritaria del gremio.
En el peronismo no hay ninguna estrategia homogénea. Los gobernadores están más preocupados por el presupuesto de sus provincias que por la política. Sergio Massa, el último candidato a presidente, opera a varias bandas, pero sin una estrategia definida. Cristina Kirchner está recluida en sus oficinas del Patria, a algunas cuadras del Congreso, un ámbito muy frecuentado que, según algunos de sus colaboradores, la ex presidenta debería haber evitado en su vuelta al llano porque remite demasiado a derrota: fue el lugar de resistencia durante el gobierno de Cambiemos, entre el 2015 y el 2019, aunque es cierto que desde allí ideó e instrumentó la vuelta al poder con la fallida alianza del Frente de Todos.
El Gobierno está confiado con la aprobación de la Ley de Bases en Diputados, pero el panorama en la Cámara alta es incierto. “Acá no está todavía el número”, resaltaron desde el peronismo. La Casa Rosada, tal como publicó este medio, empezó en ese sentido un operativo subterráneo para convencer al santiagueño Gerardo Zamora, que tiene injerencia real sobre los tres senadores de su provincia, de la necesidad de darle luz verde a la ex Ley Ómnibus.
Por momentos, el Gobierno parece haber tomado nota de la dispersión en el PJ y en los bloques aliados del PRO y la UCR, e intenta avanzar con intermitentes contactos con esos espacios con su programa de gestión y maquillar la notable falta de experiencia de sus principales funcionarios y operadores.
La nominación de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para completar la integración de la Corte Suprema es uno de los casos más resonantes. El Ministerio de Justicia aún no envió los pliegos. En el bloque peronista todavía no se habló del tema. Ni siquiera de manera informal. “A mí nadie me preguntó qué voy a hacer”, se sinceró un legislador, sorprendido por la ausencia de interlocutores.
“Estamos tratando de buscar interlocutores para canalizar inquietudes”, admitió este viernes una figura preponderante del radicalismo, preocupada por la falta de respuestas del Ejecutivo a inquietudes territoriales. Es un rol que, según explicaron, pretende acaparar Eduardo “Lule” Menem, bajo el amparo de la influyente Secretaria General de la Presidencia, la mujer más poderosa del proyecto libertario. Por el momento, sin mayores respuestas.
En la provincia de Buenos Aires, a pesar de su preponderancia territorial en términos cuantitativos, la crisis en la conducción del peronismo es mucho más palpable por la magnitud del distrito y por la notoriedad de sus dirigentes.
Kicillof navega en medio de una escasez preocupante de recursos, concentrado en que el barco no se encalle. La enemistad con Máximo Kirchner dejó de publicitarse, pero no desapareció, más bien todo lo contrario. El jefe de La Cámpora llama a los ministros bonaerenses que responden a la organización y les baja línea.
Los intendentes del Gran Buenos Aires, con excepción de los camporistas que reportan a Kirchner y a la ex presidenta, no reportan a ninguna jefatura. Están acéfalos. Martín Insaurralde, que aún maneja en las sombras parte de la ingeniería financiero-política del poder bonaerense, cedió ese lugar cuando se paseó con un yate por la costa del sol española en medio de la campaña electoral, el año pasado.
En medio de esa dispersión en el poder peronista de la Provincia, empiezan a aparecer intendentes que aborrecen el estilo de conducción camporista y que quieren evitar que Máximo Kirchner se apodere del liderazgo. El más notorio es Jorge Ferraresi, de Avellaneda, muy enfrentado a esa facción: partió, por ejemplo, el bloque de concejales en Lanús en un claro desafío a Julián Álvarez y se dispuso a recorrer municipios con un claro discurso anti-Cámpora.
Se trata, por ahora, de un caso aislado. Aún con sus evidentes deficiencias, el gobierno, sin embargo, tomó nota de la crisis del PJ en territorio bonaerense. Y empezó a pensar de manera preliminar en cómo avanzar en ese distrito, en el marco del plan 2025 que lleva adelante Karina Milei.
Hace poco más de una semana se habló especialmente del caso de la provincia de Buenos Aires en una reunión que mantuvieron los estrategas del Gobierno, encabezados en Buenos Aires por Santiago Caputo y liderados por el consultor Rodrigo Lugones, que pasa la mayor de su tiempo en Madrid. Lugones estuvo en la Argentina en estas semanas.
Los cerebros de Milei están ávidos por entender cómo usufructuar esa disgregación del poder peronista del Gran Buenos Aires de cara al próximo año. Y cómo amalgamar a La Libertad Avanza con el PRO y algunos retazos de Juntos por el Cambio en ese distrito.
En el Gobierno conocen a la perfección las internas en el partido que Mauricio Macri volvió a liderar en los papeles. Saben que, por más revitalización que el ex presidente pretenda imprimirle al espacio que fundó hace dos décadas, su suerte está atada a la de Milei, y es, por ahora, el jefe de Estado el único dirigente nacional que acapara el centro de la escena.
Hace algunos días, en Lobos, la dirigencia bonaerense del PRO discutió acaloradamente por la posición partidaria en torno al gobierno. Conviven dos posturas. Ambas coinciden en la necesidad de colaborar con el Gobierno, una conducta propiciada por Macri. Pero hay diferencias en el tenor de esa cercanía, y en el relato público. En esa disyuntiva, Diego Santilli no tiene ningún prurito: compite con un puñado de colegas por ser el abanderado del “mileismo” dentro del PRO. En su entorno juran que no lo hace por un cargo, sino para posicionarse en terreno bonaerense de cara al próximo año. En el Gobierno hay opiniones diversas.
A mediados de semana, Macri recibió en su casa de Acassuso -allí formalizó la alianza con Milei en la previa del balotaje- a Caputo. Desde que LLA se hizo cargo del gobierno, el ex presidente intercambió innumerables conversaciones de WhatsApp con el estratega. Según confiaron fuentes oficiales, el jefe de Estado delegó en su influyente asesor la canalización de los pedidos por parte del líder del PRO.
“Fue una buena reunión. Se está construyendo ahí un buen vínculo. Pareciera que el Gobierno está más abierto a incorporar cuadros nuestros”, explicó un ex funcionario macrista de diálogo fluido con Macri, muy preocupado por la calidad del gabinete libertario. El último desembarco fue el de Alejo Maxit, ex director de la ANSES durante la época de Cambiemos, que llegó a AYSA tras un paso por la administración de Trenes. Macri, sin embargo, se enteró de su designación por un amigo.
Milei mantiene un cercano vínculo personal con el ex presidente, pero se siente mucho más cómodo con Patricia Bullrich, cada vez más mimetizada, como Luis “Toto” Caputo, con el proyecto libertario. El desembarco de Karina Milei del pasado domingo en la Ciudad -decidida a ser la armadora nacional de La Libertad Avanza en todo el país-, el bastión del PRO, le agrega un plus de incertidumbre a la relación entre La Libertad Avanza y el partido fundado por Macri en territorio porteño. En particular porque la Ciudad renueva en el 2025 las tres bancas en el Senado. ¿Puede Bullrich ser la candidata libertaria? La ministra conoce esas versiones cada vez más instaladas. ¿Qué planes tienen, en ese hipotético escenario, los primos Macri? Falta mucho para saberlo. Pero hay otro dato que agrega aún más inquietud al dominio del PRO en la Ciudad: en las últimas semanas empezaron a circular insistentes rumores sobre algunas discordias entre Jorge Macri y su primo en temas puntuales de gestión.
Una de las bancas que se renueva en la Ciudad es la de Martín Lousteau, el presidente del comité nacional de la UCR. El radicalismo, como de costumbre, arrastra internas que no presentan por ahora soluciones en el corto y mediano plazo. En particular porque el senador está decidido a convertirse en uno de los principales opositores de Milei mientras los gobernadores, algunos senadores y un buen puñado de diputados radicales negocian con la Casa Rosada el paquete fiscal, la Ley de Bases y una posible reforma laboral.
El viernes próximo, Lousteau estará a cargo del cierre de un seminario en la Asociación del Personal Superior de Empresas de Energía titulado “Argentina con futuro”. Estará a cargo del cierre junto a Federico Storani. Pero compartirá programa con dirigentes identificados con el peronismo K como Sergio Palazzo y Hugo “Cachorro” Godoy.
Son espasmos de un sistema político tradicional desorientado por la marcha de un gobierno poco convencional que se encamina hacia la etapa más dura del brutal programa fiscal ejecutado por Luis “Toto” Caputo, que celebró en las últimas horas otra reducción de la inflación, que registró un alza del 11% en marzo, menor a la prevista.
Es el objetivo exclusivo de Milei: mostrar que él sí puede desacelerar los precios, aún cuando esa caída provoque una marcada recesión y un deterioro de la industria. Un plan, incluso según economistas ortodoxos, insostenible en el tiempo. En medio, además, de una gestión que exhibe notorias dificultades y que no ofrece respuestas. Y de falencias políticas, como el quiebre del bloque en la Cámara baja, que apuntan a domesticar a la tropa propia.
Se trata de un experimento que todavía sorprende por la implacabilidad de su ejecución, por el apoyo de un sector relevante de la sociedad y por el extravío del conjunto del sistema político que avanza y retrocede según el humor del presidente.
Algo de ese menú coyuntural se compartió el último viernes en Baikal, un reductor palermitano, sobre la calle Aráoz, en torno a la presentación íntima y familiar del libro que acaba de publicar Marcos Peña. El autor volvió a reunir después de muchísimo tiempo a la línea fundadora del PRO: Macri, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. Una postal en sepia de un sistema político desintegrado.