En los últimos años la inclusión de tecnología en educación ha pasado de ser un aspiracional a una realidad, la IA ingresa en un momento que interpela prácticas ya existentes (y puestas en valor en la pandemia), en donde aparecen nuevas estrategias de enseñanza, nuevas formas de aprender y nuevas formas de evaluar. ¿Podemos rediseñar el contrato didáctico (ese que supone el vínculo entre el saber, quién lo enseña y quién lo aprende)? ¿Qué le pediríamos a uno nuevo? ¿Hay acuerdos sobre qué habilidades y/o saberes tiene que promover el currículum educativo (entendido como el consenso a nivel estado sobre qué y cómo enseñar)?
Hace varios años que algunos países como Australia, Canadá, Países Bajos o Alemania incorporaron en el contrato la formación en STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas), en educación ambiental, multicultural y global, financiera, emprendedurismo y bienestar. Se trata de una formación con foco en las necesidades del mercado laboral y en una proyección de la sociedad. ¿Cómo lo hicieron? Los modelos que implementaron los países pueden variar, pero lo que no se modifica es que en todos los casos existen acuerdos multisectoriales, contratos que se comprometen a cumplir y sostener a largo plazo. Son nuevos contratos didácticos, basados en las reglas preexistentes.
Un modelo exitoso requiere de inversión, comunicación y participación de diferentes protagonistas, lo que se traduce también en un desarrollo profesional docente, infraestructura y estrategias pedagógicas consistentes. Pero no siempre es más inversión, sino una inversión asertiva que interpele a diferentes actores. La participación de la ciudadanía es fundamental y en los casos en los que fue exitoso se incluyeron encuestas, grupos de discusión y hasta foros comunitarios.
Qué estamos haciendo con la IA en educación
La campaña “Enseña tu voz” impulsada por la organización Enki evidenció que un 93.33% de los docentes en Latinoamérica usan algún tipo de herramienta tecnológica en el proceso de enseñanza; el 97.4% considera que la inteligencia artificial impacta en la práctica docente; y un 72.51% que lo hará de manera positiva. Cabe agregar que un 64,11% indicaron que aprenden de manera autodidacta a utilizar herramientas tecnológicas, incluso frente a otro tipo de ofertas formativas con o sin certificación. Estos resultados llevan a la pregunta, ¿qué se está haciendo para aprovechar esta mirada y experiencia?
Podemos citar ejemplos de instituciones con una mirada avanzada en este punto. La Red de Escuelas Técnicas Roberto Rocca presente en México, Argentina y Brasil, es “joven” para el sistema educativo, tiene apenas diez años. Nació con una currícula y una propuesta innovadora para responder a la necesidad de una industria y trabajar con la mirada puesta en la salida laboral. También hay empresas que, al tener tecnología y maquinaria especializada, generan pasantías o formaciones específicas en articulación con ministerios, universidades y escuelas en diferentes localidades, como es el caso de TN&Platex, una data company textil basada en talento donde promueven habilidades específicas impactando en la capacidad productiva desde su centro de formación profesional. A nivel país, hay iniciativas como Córdoba Mejora, la Unión Argentina de Jóvenes Empresarios o Global Shapers, que cuentan con comités de incidencia e impulsan acciones en educación.
Y mientras esto sucede, existen diversas aplicaciones de inteligencia artificial en el ámbito educativo o plataformas de aprendizaje en línea, que utilizan algoritmos de IA para recomendar cursos y recursos, como así también evaluaciones, en función de los intereses y el progreso de quien estudia, del mismo modo que existen las plataformas de aprendizaje adaptativo, que adecúan el contenido y la dificultad de las actividades. También están los asistentes virtuales para docentes, que les brindan ayuda en tareas como la planificación de las clases y la evaluación de las tareas, como así también IA para detectar plagio con IA y otras que acercan datos de trazabilidad del rendimiento académico, la asistencia y el comportamiento para poder identificar patrones y tendencias.
Estas son solo algunas de las aplicaciones de la IA para la educación, pero cada día surgen nuevas herramientas tanto para quienes estudian como para quienes aprenden. ¿Son parte del sistema educativo? ¿o mejor expresado: son parte legitimada?
¿A dónde queremos ir?
En la educación no todo se divide entre estudiantes y docentes. También hay comunidades, ONGs, representaciones sindicales, agrupaciones, familias, empresas, etc., e incluso hoy son las IA las que también enseñan y aprenden. Y esto lejos de ser un obstáculo o un problema, es un habilitador de espacios para pensar en los escenarios, decidir qué probar y cómo gestionar el tiempo, los recursos, los formatos, lo que se quiere y se necesita. Ponerlos en relevancia y evaluar cuáles perdurarán y cuáles no, dependen de una multiplicidad de decisiones y de personas detrás.
Quizás estamos ante el primer momento en la historia de la educación donde de manera glocal (global y local a la vez) podemos tomar decisiones sobre qué y cómo esperamos que sea esa educación que va a formar a quienes trabajan, emprenden, votan, etc., considerando que la frontera de lo humano o artificial también está en juego en cada definición (o falta de). Se requiere una decisión al respecto, pero rápida, porque mientras estamos hablando, la IA está avanzando, y no tenemos seguridad o consenso si es hacia dónde queremos ir.
Melina Masnatta, autora del libro “Educar en Tiempos Sintéticos. Pasión por enseñar. Deseo de aprender” de editorial Galerna. Durante los últimos 15 años lideró procesos y programas de innovación social con escala mundial. Es subdirectora en el posgrado de Inteligencia Artificial y Género (UBA), Coordinadora Académica del Master in Business con orientación en negocios tecnológicos y digitales y profesora de MBA (UDESA); y Cofundadora de Enki (organización latinoamericana que trabaja con IA y docencia).